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El efecto nocebo del Gobierno

@andresgaj


La temperatura aumenta en Ecuador y la fiebre social deja de ser un síntoma aislado. A diferencia de lo que pasó en octubre de 2019, las molestias dejaron de sentirse principalmente en el sector indígena y una parte de la clase media. Migraron a los profesores que perciben menos remuneración porque se redujo su horario laboral. A los despedidos del sector público, a los informales que no se les permite trabajar y a los estudiantes que reclaman por la reducción del presupuesto para educación. La lista aumentará si no se administra pronto una vacuna que sea efectiva.


La que ha aplicado el Gobierno ha tenido un efecto nocebo. En gran medida, porque se ha quedado en los ofrecimientos y no ha logrado resultados palpables de recuperación. Como cuando un médico dice a su paciente que, para sanar, debe hacer sacrificios, cambiar de hábitos, tomar un medicamento costoso y practicarse un procedimiento que es más doloroso y largo que útil.



La actual administración ofreció, tan pronto como llegó a la casa de Gobierno, fomentar el empleo joven. Al cierre de 2019, solo 3 de cada diez personas de entre 18 y 29 años tenía empleo adecuado (Enemdu-INEC). Con el Covid19, la situación seguramente se agravó.


También se dijo que habría una cirugía mayor a la corrupción, pero en la práctica ha sido selectiva, como en el caso Sobornos. Y cuando ha tocado al círculo cercano del Régimen, los casos se han enterrado luego de separar a los funcionarios para bajar la tensión mediática. Esto no se le puede endosar al Covid19.


De igual forma se ofreció poner por delante a la educación y la salud, pero se hicieron recortes en el Presupuesto General del Estado (2020) de casi 3.000 millones de dólares.


A un año de terminar el mandato, nuevamente el presidente Lenin Moreno, en su último Informe a la Nación, habló de priorizar la salud, la alimentación, el trabajo y la dolarización.


En lugar de bajar la temperatura, el ofrecimiento provocó golpes de calor social en varias ciudades. La gente está indignada y harta de explicaciones técnicas, de escuchar diagnósticos y de que le pidan paciencia. ¡Quiere sanar! y estará dispuesto a hacer cualquier cosa para sobrevivir.


Si esta bomba de tiempo no se desactiva, con acciones coherentes y menos discurso publicitario, el país requerirá de terapia intensiva y no faltará quien trate de aprovechar la tragedia para volver al pasado.

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