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El engaño de las jaurías y rebaños en redes

Originalmente publicada el 20 de mayo de 2019


‘Contracampaña’, ‘campaña de contraste’, ‘campaña ciudadana’. Da igual el nombre que surja de la inventiva marketinera. Se refieren a lo mismo: criar jaurías de cuentas falsas en redes sociales, alimentarlas; entrenarlas y blindarlas, para que en el momento indicado se usen en la batalla política.


Creía que era un recurso indispensable. En la Academia se lo disecciona como un componente más de la campaña. Y los ‘emprendimientos’ de asesoría que ofertan el ‘servicio’ se multiplican como virus.


Estaba convencido de que era legítima, siempre que no se transgreda  esa línea ética que separa la verdad, de la sexy mentira. Inventar les es más cómo que investigar. Pero, ¿qué tan efectivas pueden ser? ¿Sirven para debilitar al oponente? ¿Pueden generar tendencias? Estoy más convencido que NO.


Esas campañas son útiles para entretener, alimentar la necesidad de venganza e incluso saciar el morbo político, pero no para persuadir. El votante no cambia su preferencia electoral por un tuit o un post de una cuenta falsa. Demasiado funcionalismo para una sociedad interconectada. 


Además, las 'contracampañas' tienen un efecto bumerán. En lugar de mermar la imagen de un oponente lo victimiza y es fácil capitalizarlo. Más si se comete la torpeza de acostarse con la inventiva. Redes como Twitter y Facebook han ajustado su algoritmo para que la cantidad de mensajes y hashtag no sea lo único que determine una tendencia. La interacción tiene un mayor peso y esta no se consigue con rebaños de cuentas falsas ensalzando a los políticos.


Al igual que en la vida real, los mejores seguidores no son los imaginarios, sino los reales. Aquellos con los que los políticos saben que pueden contar, que están pendientes de lo que hacen, piensan, dicen. Que apoyan y critican cuando deben hacerlo. Adquirir esos seguidores cuesta más tiempo y esfuerzo. Demanda de una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Una voluntad política para asumirlos como protagonistas y no solo espectadores. 


Si efectivamente resulta indispensable una campaña de contraste, no hace falta escudarse en jaurías o rebaños. En el mundo online hay que hacer, decir y actuar igual que lo haríamos en el mundo offline.

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