La movilización nacional convocada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) estuvo lejos de ser lo que sus líderes arengan. En la práctica, se limitó a un bloqueo esporádico de algunas vías en las zonas periféricas. Ni la sombra de lo que fue la movilización de octubre de 2019, cuando frenaron las actividades del país, tomaron la ciudad de Quito y arrinconaron al Gobierno de turno.
Esta vez, los líderes indígenas que intentaron encender la mecha terminaron quemados. La principal carta que tienen para negociar con el Poder Ejecutivo -su capacidad de movilización- quedó devaluada, tras la débil convocatoria.
¿Qué ocurrió? Hubo una suma de errores. El primero fue creer que aún tenían el músculo suficiente para emprender la cruzada en solitario y motivar la adhesión de otros sectores claves. En el mundo real, los transportistas prefirieron el diálogo con el Gobierno.
La CONAIE, además, eligió el peor ‘timing’. Justo cuando el Régimen del Presidente Guillermo Lasso tiene un capital político importante, producto del exitoso plan de vacunación contra la COVID-19 y -aunque menos relevante, pero significativo- en la víspera de un feriado de cinco días.
Otro error fue convencerse de que existían similares condiciones que en 2019. Entonces, la CONAIE operaba desde la orilla del ciudadano común, que estaba indignado con un Régimen que fenecía, que no había respondido de forma eficiente a la crisis, la falta de empleo, la corrupción y el alza del precio de la gasolina y el diésel.
Ahora, ellos operan desde el poder formal; es decir, son parte del problema. Su representante, Guadalupe Llori, es la presidenta del Poder Legislativo y el movimiento indígena carga el peso de su gestión que ha sido cuestionada por la falta de liderazgo, conocimiento y visión estratégica.
Pachakutik, el brazo político de la CONAIE, pese a ser el segundo bloque más numeroso del Congreso, ha sido incapaz de ofrecer al país una propuesta para contribuir con la generación de empleo o el combate a la inseguridad.
Ante la falta de una agenda propia, han terminado haciendo eco de los temas que embandera el correísmo. Sí, el mismo grupo político que persiguió y vejó a los indígenas en la era del expresidente Rafael Correa.
Tomado de Radio La Calle
A esto debe sumarse la división que existe puertas adentro. En octubre de 2019, sus líderes actuaron unidos, como un solo puño. En la actualidad, la fracción amazónica de Jaime Vargas está ausente. Quienes siguen al expresidenciable Yaku Pérez han preferido hacer un nuevo espacio político y prácticamente han dejado solo a Leonidas Iza peleando contra los molinos de viento.
El llamado a una movilización nacional quemó el capital político que había acumulado el movimiento indígena. Ahora, sus dirigentes deberán responder ante sus bases por estos errores, la violencia provocada y los presos en vano.
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