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El problema no está en el tamaño del vestido

Originalmente publicada el 24 de junio de 2019



Una publicación en la prensa nacional sobre el festejo organizado a propósito del Día del Padre en la Subsecretaría de Educación de Quito alentó una polémica que no tardó en propagarse en redes sociales.


El tema de fondo; el mal uso de bienes públicos, no deja espacio a réplica. En el Art. 16 del Reglamento General para la Administración, utilización, manejo y control de bienes del sector público se señala que los bienes, incluidos los inmuebles, deben utilizarse únicamente para actividades propias de la entidad. ¡Clarísimo!


Es prohibido utilizarlos para fines políticos, electorales, doctrinarios, religiosos, o “para actividades particulares y/o extrañas al servicio público o al objetivo misional de la entidad u organismo”, como el Día del Padre, de la Madre, la Familia o para ver el partido de la selección de fútbol.


Pero lo que también ha convocado la atención de este caso es el sesgo con el que se han referido a las artistas que participan en ese festejo en medios y redes. Hay un énfasis, casi morboso, para describir sus trajes “muy cortos” y el género de música que interpretan: tecnocumbia.


Si bien es cierto que existen géneros musicales que se han construido alrededor del sexismo y la cosificación de la mujer, eso no le resta el derecho a cualquier persona; en este caso a las artistas, de vestir como les venga en gana e interpretar las canciones que les gusten.


El riesgo de estos enfoques; es decir, llevar la atención hacia las mujeres y su forma de vestir, cuando la noticia de fondo iba por otro andarivel,  es que promueven lo que seguramente se quiere combatir: el sexismo, la cosificación.


Lo dicho preocupa aún más porque la selección del grupo musical para el Día del Padre no fue casual. Seguramente se ancló al estereotipo de que los ‘hombres’ ‘disfrutan’ de grupos femeninos con poca ropa porque son más ‘instintivos’ y que, en contraste, las ‘mujeres’ ‘disfrutan’ de mariachis y tríos, porque son más ‘sentimentales’. Criticable, absolutamente, en cualquier caso.


Pero el meollo no está en el vestuario de las artistas, el género de música o la forma de bailar, sino en la asociación mental que se hace. Así como un vestido puede ser un ícono de rebeldía o liberación, también puede ser uno de discriminación, porque el problema no está en el tamaño de la tela.

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