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Narco-mediatización en Ecuador

En Ecuador, la batalla entre las organizaciones criminales vinculadas al tráfico de drogas también se libra en el campo mediático. Ahí, los capos de las mafias tratan de posicionarse como líderes.


En ese intento por demostrar que tienen las capacidades para dirigir y tomar decisiones, ellos acuden a una estrategia que en la jerga comunicacional se resume en: a los enemigos, hiel y a la opinión pública, miel.


Con los primeros, el objetivo es infundir miedo, intimidar, imponerse a través de acciones violentas como asesinatos, atentados, torturas o masacres, como la registrada el 12 de noviembre pasado en la cárcel de Guayaquil.


Con la opinión pública, en cambio, se busca suavizar la imagen del capo. Mostrarlo, en lo posible, como un ser humano, cercano a la gente, carismático y hasta como un modelo a seguir. No en vano, los líderes de los cárteles de la década de 1980 destinaron tantos recursos a la ayuda social.

El terrorismo no necesita de relaciones públicas. Por defecto ocupa titulares y espacios en las agendas mediáticas. El morbo y el consumo de la cultura narco son altamente rentables.


La idealización a través de la reproducción de contenido explícito en los medios de comunicación, en cambio, requiere de complicidad, un alto grado de desconocimiento y/o mala intención.


Entrevistar a los líderes de las organizaciones criminales, reproducir los videos que difunden desde la cárcel, hacer noticia de los golpes de efecto que se planifican para victimizarse -como un secuestro- o convertirlos en tendencias de redes sociales, solo refuerzan los mensajes que los capos quieren posicionar.


Las mafias, como fuentes de información, también compiten para imponer su visión apelando a elementos simbólicos. Cultivan relaciones con comunicadores obsesionados con las ‘primicias’ y siguen una hoja de ruta.


Por eso, es importante tomar consciencia de la narco-mediatización en Ecuador. Más aún, cuando el país enfrenta graves problemas de inseguridad por la presencia del crimen organizado.


No se trata de omitir los hechos o alentar la censura de los temas vinculados. Por el contrario, es necesario registrarlos y explicarlos, pero con mayor rigor. Con más datos y menos discursos, contextualizando los hechos y contrastando las versiones, apelando menos al sensacionalismo y dejando de creerse guionista de narconovelas.



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