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Trajecito de cocodrilo

Actualizado: 14 ago 2020

Una querida asesora legislativa y referente personal me dijo un día; para ser político o política hay que estar dispuesto a ponerse un trajecito de cocodrilo. Esto en alusión a las críticas públicas e insultos que, en su momento, un actor político recibía a través de redes sociales y que elevó la presión arterial de su círculo cercano de colaboradores.

Es muy cierto. El político debe ser consciente de que al asumir ese papel se convierte inmediatamente en una figura pública y está más expuesto al escarnio. Siempre habrá quién lo ataque, por distintas razones.

Unos, porque es la naturaleza de su trabajo. Nunca se puede esperar palmaditas en la espalda de la oposición, los contradictores electorales o las cuentas trolls que operan motivadas por la vendetta personal.

Otros seguramente por intereses económicos. Siempre hay quienes usan los micrófonos para cuestionar y conseguir ingresos extras a cambio de parar los ataques. Especialmente en provincias y cuando se activa la campaña electoral.


Frente a esto, los políticos tienen solamente dos salidas. Hacer nada, encerrarse en la oficina para que nadie hable bien o mal de él o ella y pasar a la historia como alguien que no fue ni chicha ni limonada. O ponerse el trajecito de cocodrilo y gestionar las críticas.

Lo primero es saber diferenciar las críticas de los fuegos artificiales. Las primeras son las que nos ayudan a corregir errores y mejorar. Generalmente provienen de las personas a quienes se representa: la ciudadanía.

Las segundas son anzuelos que buscan provocar a los políticos, en especial a quienes se sabe que no suelen tener cabeza fría, para que reaccionen, respondan y maximicen el mensaje negativo.

Para ello, repitan conmigo: Twitter no refleja la opinión pública, solamente una parcela de un sector de personas que saben de política o creen que saben. A veces, el círculo cercano -con el afán de sumar- termina agitando el avispero innecesariamente y sacando de centro al político. Frente a esto, es vital confiar en un consultor externo que, de manera independiente y nada apasionada, diga qué hacer, cuándo y cómo.

La mejor forma de gestionar las críticas es haciendo siempre lo correcto. Si un político o política se esmera para hacer un buen trabajo, cumple con sus obligaciones, es cercano a la gente y no infringe la Ley, tendrá el músculo suficiente para enfrentar cualquier golpe mediático.

La ciudadanía dará mayor valor a una buena experiencia con la figura pública, que a lo que pueda decir un opositor, un influencer en medios o una cuenta falsa en redes sociales.


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